martes, 22 de marzo de 2011

Mihi nomen est Cassandra

Mihi nomen est Cassandra... Mi nombre es Cassandra. 


Fui una de las muchas hijas de Príamo, quien con Hécuba me engendró. Y de ella heredamos nuestra legendaria belleza, a la vez don preciado y regalo maldito. 


Pues eso es lo que le cautivó, lo que primero le atrajo de mí. Una belleza que me ganó el amor del más brillante dios del Olimpo, Febo Apolo, quien con su encantadora música atrapaba los rayos del Sol y de la Luna. Apolo, Señor de Delfos. ¿Por qué me escogiste a mí?


¿Me ves ahora? ¿Me recuerdas? Las flores ya no adornan tus altares, tu Pitia ya no anuncia el porvenir. ¿Quién eres tú, Apolo? Nadie sabe. Silencio. 


Mas mis palabras resuenan en el vacío y ocupan tu lugar. Mis profecías, nadie las cree, pero nadie las rechaza. Este don que me otorgaste cual castigo se ha transformado en dulce néctar para quien quiere oír. Para eso estoy aquí. Para contar aquellas historias que te empeñaste en silenciar. 


Y desde el más allá llegarán las voces de los guerreros, y de los dioses, de madres e hijos, mujeres y hombres; voces del pasado que se han olvidado ya, cuyo recuerdo os regalo como último don antes de partir. Hacia las Islas Elíseas, donde me aguardan las almas de mis padres y hermanos, donde mi cansada voz descansará al fin. 


¡Escucha, lector, mi lamento! ¡Ruega por las almas perdidas de aquellos cuyas historias narro! ¡Escucha, lector, y cuenta su historia!


Un óbolo para el barquero...